sábado, 25 de abril de 2020

Un infierno nada encantador

En la última emisión radial de Amplitud Independiente entrevistamos a Pedro Remigio Magallanes, ex delantero rojo y uno de los artífices de la hazaña del torneo Nacional 78, que compartió sus sensaciones sobre el momento de la institución. “Los dueños del club son los hinchas”, fueron algunas de sus palabras más destacadas. Una máxima que todas las dirigencias deberían tener presente, aunque no todas la recuerdan. Un recorrido por la historia reciente tal vez aporte algo de claridad para comprender esta actualidad en la que los socios somos tratados como “gansos”.
El “club es de los socios” retumbaba con fuerza allá por 2011 en un Libertadores de América todavía en construcción. La obtención reciente de la Copa Sudamericana no había impedido que ese grito genuino brotara, una y otra vez, desde las entrañas del estadio para desafiar a una barrabrava de vínculos muy estrechos con la dirigencia encabezada por Julio Comparada, empresario cercano a Julio Humberto Grondona. En las elecciones de ese año el descontento se tradujo en el triunfo de Javier Cantero, quien asumió con la promesa de enfrentar a la barra y reordenar la institución. Al margen de sus intenciones, que no pongo en tela de juicio, los magros logros quedaron en evidencia. La historia que siguió es tan dolorosa como difícil de olvidar: las amenazas barras, el descenso, la asamblea de los sillazos, el descalabro económico.

Tras la salida precipitada de Cantero, la llegada del “salvador” clan Moyano no hizo sino barrer los problemas bajo la alfombra. Llegaron tiempos de relativa calma: fondos de dudosa procedencia, mejores performances en los torneos locales y una aparente recuperación en lo institucional. La inauguración del estadio, la puesta en valor de predios, la formación de un equipo competitivo a manos de Ariel Holan -reinstaurando el saludo histórico de los brazos en alto y con vuelta olímpica en el Maracaná incluida- y los posteriores ingresos extraordinarios por ventas de jugadores engañaron a muchos hinchas con que el presente era de maravillas. Es más, algunos se ilusionaron con la octava copa Libertadores.
Lejos de un panorama prometedor, nos topamos pronto con un contexto complejo. El alejamiento de dirigentes concentró los destinos del club en el triunvirato compuesto por Hugo y Pablo Moyano junto a Héctor “Yoyo” Maldonado. Así, ante cada situación en la que se tensaba el clima en las tribunas, la dirigencia se encargó de reavivar algún tema sensible para desviar la atención. La expulsión –injusta e inoportuna- de Cantero, el cambio de nombre del estadio, la conformación de la secretaría técnica valen de ejemplo. Los resultados futbolísticos, contrataciones descabelladas mediante, tampoco acompañaron. La autocrítica brilló por su ausencia y, como corolario, hubo descalificaciones a los hinchas. “Los que reprobaron son cuatro gansos”, declaró el presidente tras el empate ante Arsenal.

Más allá de lo deportivo, la película completa muestra una realidad alarmante. Y es que Independiente atraviesa desde hace largos años una crisis total que lo lleva a confundir su identidad. La escasez de éxitos deportivos y las deudas millonarias son sus principales consecuencias. La conducción que tomó las riendas en 2014 en un escenario caótico, al cual los Moyano se encargaron de enrarecer aún más para luego sacar rédito, parece (re)encontrarse ahora con un infierno. Esta situación no se debe sólo a la concentración de poder en pocas manos, en un club que funciona de espaldas a su masa societaria, ni a las decisiones inexplicables en la negociación de jugadores ni a los salarios adeudados. Tampoco es pura responsabilidad de resultados esquivos, como la humillante derrota ante Racing, producto de un plantel con escasas variantes. Los insultos hacia la comisión directiva reflejan malestar, rechazo y preocupación.
Las raíces de esta crisis son más profundas y complejas. Para dejar atrás este infierno se requiere de la participación política y comprometida de los socios, los cuales como establece la historia deben exigir a quienes los representan. Independiente se destacó como club social, ejemplo de todo el continente, alcanzando la gloria deportiva gracias a equipos de pierna fuerte y templada. Ser el orgullo nacional no fue producto de la casualidad o el azar. Los dirigentes han sido piezas fundamentales para plantearse y lograr grandes objetivos, como así también los asociados para aportar, demandar, cuestionar en esa causa que debiera ser común. Porque como dijo Magallanes, “los hinchas somos los dueños del club” y ningún interés personal debe ni puede estar por sobre Independiente.

Cristian Vilardo