sábado, 16 de mayo de 2020

El arte del despilfarro

En lo que va de la Gestión Moyano se desperdiciaron casi U$S 70 millones en la compra de jugadores, la mayoría de ellos con un paso sin pena ni gloria por el club. En lugar de reforzar al equipo, las incorporaciones sólo postergaron a los juveniles de inferiores y contribuyeron a hipotecar las finanzas de la institución.
Tras la agónica clasificación de Independiente en la Copa Sudamericana, gracias a una jugada de Alan Velasco, el vicepresidente Pablo Moyano destacó que “siempre le dimos prioridad al fútbol juvenil”. Al partido siguiente, frente a Vélez, el Rojo alineó entre sus titulares a cinco futbolistas surgidos de las inferiores, sumando otros dos desde el banco en el complemento. Es cierto que desde el inicio del ciclo de Lucas Pusineri los formados en la cantera han empezado a sumar minutos en el elenco de primera. Pero ante esta situación me surgen interrogantes: ¿desde cuándo la Comisión Directiva apuesta por los jóvenes? ¿No se trata acaso de una medida excepcional y urgente en virtud del desbarajuste económico existente? ¿En verdad se plantea un proyecto basado en promover valores de las divisiones formativas? Veamos.

Por un lado, en medio del conflicto con el plantel los dirigentes privilegiaron resolver la situación de dos de sus integrantes. No es casual, dado que ambos están apuntados para ser vendidos. Alan Franco y Fabricio Bustos parecen tener los días contados en Avellaneda. Debido a los problemas financieros, agravados por la pandemia, resulta imprescindible avanzar cuanto antes en la reducción de costos y la generación de ingresos. La idea es desprenderse de jugadores. Aun si las ofertas no son de las mejores, cada operación concretada serviría para llevar oxígeno temporal a la tesorería. La ecuación cierra por todos lados, ya que la postergación de los descensos por dos años establecida por AFA ofrece el marco ideal para desarmar por completo el equipo sin sufrir las consecuencias deportivas que esto conllevaría en un escenario de normalidad.
Las ventas son un mal necesario del fútbol argentino. Lo llamativo en el caso de Independiente es el cambio abrupto de estrategia que propone la dirigencia. De despilfarrar millones de dólares en contrataciones a desprenderse de jugadores ante ofertas muy por debajo de las cláusulas firmadas. El ejemplo de Nicolás Figal resulta contundente: se vendió el 50% de su pase por sólo U$S 2.600.000.

El manejo del fútbol en la gestión moyanista ha sido blanco de múltiples críticas. Y no es para menos. Desde la temporada 2014 Independiente desembolsó más de U$S 68.750.000 en la llegada de 58 refuerzos, un promedio de casi 10 profesionales por año, de los que sólo un puñado ha logrado un rendimiento destacado. A esto hay que añadir el paso de seis entrenadores, de los cuales ninguno finalizó su contrato a raíz del incumplimiento de los objetivos pautados.
¿Cómo es posible aspirar a formar un equipo competitivo si en cada torneo emigra la mayoría del plantel y el cuerpo técnico? Además resulta curioso que hasta finales de 2015 la mayoría de las operaciones se realizaron en moneda nacional, tal vez, porque el dólar se mantenía estable apenas por encima de los $8. Sin embargo a partir de entonces todas las contrataciones se pactaron en moneda estadounidense, en un contexto de permanente devaluación. ¿A quién se le ocurrió firmar pases y contratos en dólares -sin tope de referencia- en momentos en que su valor no dejaba de incrementarse?

Otro dato interesante es la cantidad de juveniles que debutaron en Primera División desde la asunción de Moyano como presidente: sólo 23 surgidos de las inferiores lo lograron,
pero sólo cinco de ellos superaron los 20 partidos oficiales. Salvo Ezequiel Barco, la revelación promovida por Gabriel Milito y vendida en una fortuna, al resto de los futbolistas de la casa les ha costado ganarse un lugar. En este 2020 el panorama se transformó, aunque parece más por urgencia que por planificación. La crisis financiera que atraviesa la entidad obligó a un éxodo masivo, en la gestión Moyano por primera vez no se realizaron incorporaciones y se apostó a un plantel plagado de jóvenes.
En hora buena que tengan espacio los chicos del club, que se dejen de gastar millones en apellidos desconocidos para el medio local o que rara vez rinden. Es crucial, sin embargo, respetar sus tiempos de maduración. La comparación del vicepresidente entre Alan Velasco y Sergio “Kun” Agüero no hace sino crear expectativas desmedidas sobre un talento que promete, pero que apenas tiene 17 años y ni siquiera completó alguno de los siete partidos en los que saltó a la cancha.

La coyuntura exige a las dirigencias buscar alternativas para superar las dificultades. Una opción es volver a las raíces, potenciar las inferiores y apostar a nutrir el primer equipo de los valores de la cantera. Ese es el camino. Por eso, más que nunca, “vamos vamos los pibes”.

Cristian Vilardo