lunes, 21 de marzo de 2022

EL ÁRBOL Y EL BOSQUE

Una derrota, más aún en un clásico como local, siempre genera malestar, bronca, decepción. El triunfo de Racing en el Libertadores de América-Ricardo E. Bochini no es más que un resultado que perturba aunque, de acuerdo al presente futbolístico de cada equipo, no era descabellado suponer. Es cierto que al cabo de 7 fechas disputadas el conjunto de Eduardo Dominguez acumula 4 empates, 2 derrotas y una sola victoria… ¿pero es esto lo más preocupante de la realidad de Independiente? 

En el análisis del cotejo y a la hora de los méritos, el rojo probablemente haya merecido como mínimo la igualdad. Pero el fútbol es así: gana quien hace los goles. Su rival, el único invicto del torneo, controló a su antojo el primer tiempo y, aun sin demasiada profundidad, tuvo la contundencia suficiente para irse al descanso en ventaja. Con más empuje que juego, los diablos acorralaron a su vecino hasta llegar al empate que se perfilaba como resultado final. Sin embargo, los dirigidos por Fernando Gago demostraron ser muy eficaces en los momentos oportunos -ya lo habían sido en los minutos iniciales y volvieron a golpear en el cierre del encuentro- para aprovechar los horrores de una defensa inconexa e insegura. 

El 2 a 1 para la academia cayó como un rayo sobre un árbol ya desvencijado, del que muchos ahora pretenden hacer leña. Pero este mal resultado no tiene que ocultar el bosque de urgencias y problemas en el que vive inmerso Independiente desde hace rato, y en el que cada día parece más cercana una explosión que desate un incendio devastador. El trasfondo es bien conocido: unas elecciones postergadas sin fecha a la vista; un plantel desmantelado con escasas variantes que no encuentra el rumbo; una comisión directiva autoritaria, prepotente y repudiada en cada partido; inhibiciones, deudas y juicios millonarios en litigio. Otros manejos irregulares, sin transparencia, con errores de ‘tipeo’ engrosan la lista. Ante este escenario las y los socios tienen dos opciones: o continúan con la mira en el árbol cuyos frutos son resultados deportivos esquivos o, por el contrario, se movilizan para proteger el bosque previo a que llamas lo consuman. Es hora de definir prioridades: avanzar en una verdadera refundación del club antes de que sea tarde y todo quede reducido a cenizas. La situación no admite demoras. 

Para ello habrá que generar las condiciones propicias y los consensos necesarios que posibiliten ungir a los nombres capaces de reconstruir la institución sobre las bases sólidas de otras épocas. Sólo así es posible no sólo pensar en la llegada de mejores resultados en el campo de juego, sino también en recuperar la vida social y cultural que caracterizaba al glorioso Independiente de Avellaneda. Tal como afirma el dicho popular, que no por remanido pierde vigencia, que el árbol no tape el bosque.

Por Cristian Vilardo